APOSTADOR BORRACHO INVADE LA PISTA DE TURF EN PLENA CARRERA Y SE SALVA DE MILAGROUn aficionado al turf casi produce un accidente de proporciones en Nueva Zelanda, al invadir la pista en pleno desarrollo de una competencia. El apostador neozelandés, en aparente estado de ebriedad, ingresó a la recta final del hipódromo cuando los caballos atropellaban en busca de la victoria.
"Dios es burrero", exclamó un joven paralizado por lo que estaba viendo desde la tribuna del hipódromo de Trentham, aferrado más que nunca con su mano derecha a la revista especializada y con la vista clavada en la pista principal, inusualmente por detrás de los animales. Los gritos tradicionales de aliento dieron paso de inmediato a alaridos y súplicas por lo que podía haber sido una masacre.
"Tuvo suerte de que no lo atropellara nadie", dijo la jockey Danielle Johnson. "La mayoría de nosotros no lo vimos hasta tenerlo encima", agregó. De hecho, fue en un abrir y cerrar de ojos cuando esa persona, posiblemente alterado en sus facultades mentales, corrió hacia la mEl incidente se produjo tres meses después de que un golfista que jugaba en el campo ubicado dentro del hipódromo de Ellerslie se metiera accidentalmente en la pista para buscar su pelotita durante una de las famosas carreras con obstáculos y, también por milagro, nadie saliera lesionado.itad de la pista, cuando el grupo de 18 caballos se aproximara a la meta.
El final fue con varios de los jinetes apelando a sus reflejos para eludirlo y otros, sorprendidos con la repentina aparición. El desenlace de la carrera quedó en segundo plano, mientras el personal de seguridad salía a buscar a ese hombre que, luego de que milagrosamente ninguno lo atropellara y no sucediera una caída múltiple, abrió sus brazos y volvió a la zona donde permanecía el público.
La definición fue por una cabeza, pero los que se agarraban esa parte del cuerpo mirando la pista ya no estaban al tanto de lo que ocurría con los punteros, sino con la increíble situación generada por quien irrumpió en la tranquilidad de la jornada a unos 150 metros para la meta, con los animales lanzados a más de 60 km/h.
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